Recostada en la cama de mi habitación cubrí mi ojo izquierdo con una mano, y mirando solo con el otro comencé a dibujar cosas imaginarias con mi mano libre en el techo, en momentos parecía que de verdad estos se grababan pero en realidad solo eran trazos de polvo y aire, definitivamente la magia podría hacer que se quedaran ahí, que todo lo que pasara por mi cabeza permaneciera pintado pero a decir verdad prefería jugar a que era posible sin tácticas mágicas, los años que tenia de vida me habían cansado mentalmente, tal vez los que eran mortales se iban con las fintas de que una corta e insignificante vida no alcanzaría para aprender todo los hechizos o encantamientos del mundo entero y tenían razón ya que en mi caso aun después de un siglo sorpresas tocaban a mi puerta mas de todos modos la costumbre y la monotonía hacían la rutina, y cuando esta aparecía todo dejaba de tener sentido, ya ni recordaba cuantas veces me habían repetido lo mismo en las escuelas, quedarse congelada era una maldición, ¿Bendición? no, eso no lo sabia.
Aburrida de mis dibujos imaginarios, de mi boca escapo un suspiro de frustración, aunque hubiera vuelto al colegio eso no quería decir que estaba brincando como niña después de recibir un dulce, al contrario, mi mal genio parecía una bomba nuclear que al primer contacto explotaba, la gente parecía evitarme, aun seguían con sus creencias que podía chupar su insignificante sangre, como si eso me satisficiera, tenia mejores gustos en cuanto a mi alimento; de todas formas todo me parecía una burla, algo así como una broma de mal gusto, me había comenzado a gustar el ver como las personas huían de mi, años atrás me hubiera molestado y quizás, solo quizás estuviera deprimida preguntándome cual era mi error o maldiciendo mi asquerosa condición pero vamos, ya era toda una dama, pocas mujeres vampiro llegaban al siglo con la integridad con la que contaba mi persona, me gusta admirar ese hecho, aparte era lo único que me quedaba y así seguiría por el eterno y ridículo tiempo.
Rendida abandone mi cama, el refugio al que podía escapar cuando sentía que el mundo comenzaba a venirse sobre mi. Me calce con unos tenis y con ropa sencilla salí de mi habitación, los pasillos solitarios parecían vigilarme y los retratos parlanchines me hablaban con sus voces chillonas, salude con la voz queda y proseguí mi marcha a quien sabe donde, no tenia planeado a donde ir, en las ultimas semanas no me preparaba nada, me daba fastidio y ese día no era la excepción. No descubrí el momento en que estaba fuera del castillo mas ahí estaba, mis pupilas recorrieron el lugar, mis agudizados sentidos no me decían nada, perfecto para dar la vuelta, después de todo estar rodeada de tanta soledad no le hacia daño a nadie. Llegue hasta el sauce el cual con sus atractivos movimientos rudos y destructores hipnotizaban mi cuerpo, parecía una dulce danza, una de las que ya no encontrabas, enfoque la mirada y delate a un chico sobre el árbol, rápidamente me pregunte que hacia el, no entendía porque los mortales se seguían jugando su corta vida mas sin hacer nada me quede de pie, ¿Que le pasaba por la cabeza?