Nunca había logrado entrar a la sala de menesteres, y especialmente ese día en el que todo estaba lleno de personas y le era imposible leer con tranquilidad. Se encaminó al séptimo piso, donde se rumoraba que yacía dicha sala.
Le pidió a la Sala que se mostrase, y eso es lo que hizo la Sala de Menesteres a continuación.
Frente a Liza se veía una preciosa puerta de madera, de porte elegante. Esbozó una leve sonrisa y la abrió, la gran sala de Menesteres estaba llena de cosas que ella no imaginaba que estarían ahí.
Misteriosamente encontró un sofá de apariencia bastante cómoda, se dejó caer en él y de su túnica de Ravenclaw, la cual portaba orgullosamente, sacó un libro muggle. Era un simple libro de no más de trescientas páginas, titulado simplemente
Reinas. Comenzó a leer sin mucha preocupación de que alguien la molestara, sabía que pocas personas entrarían en ese mismo momento en la sala.
Se trató de relajar en la gran sala, y eso es lo que comenzó a hacer, se comenzó a relajar como desde que había llegado a Hogwarts nunca lo había hecho, dejó que el sueño se apropiara de ella.
Liza yacía dormia en la Sala de Menesteres, cuando de pronto escuchó como la puerta se abría de golpe y alguien caía.
De pronto una voz masculina llamó:
- HOLA, HAY ALGUIEN AHI? -
Liza se paró timidamente y se encaminó de donde venía la voz, dejando su libro en el sofá.
-
Eh, si, ¿estás bien?- dijo Liza con su voz tímida, no sabía que le había pasado al chico que había llamado, pero supuso que nada bueno, ya que había oído como alguien caía y como la puerta se abría bruscamente.