La luna a cuarto creciente se reflejaba en las ventanas más altas de la torre de Ravenclaw. Me puse la capa azul encima de la túnica que llevaba y salí furtivamente de la torre. Fue fácil salir del castillo, sin el celador ni los prefectos por los pasillos a mi salida me encontré muy pronto en el exterior del castillo. Los terrenos estaban solitarios, sin más luz que la que daba la luna, el viento era frío y fuerte, arrancaba gritos y gemidos de los árboles y yo lo escuchaba todo. A lo lejos alcancé a distinguir la figura que deseaba ver.
El único árbol al que anhelaba llegar. Sabía que era peligroso. Sabía que no lo conocía y no tenía idea de por qué tenía tanta curiosidad por él. También estaba el hecho de que si me atrapaban, me expulsarían de la escuela y que todo el esfuerzo del mago que me había traido aquí fracasaría. LLevaba una daga apretada contra mi muslo derecho, nunca estaba de más, el muchacho no tenía oportunidad sobre mí, las mujeres de Asgard somos mucho más fuertes que los hombres, aún cuando son Asir.
Cuando llegué al sauce, con facilidad evité los golpes y apreté el nudo que lo inmovilizó por unos segundos. Entré al túnel y anduve por algunos minutos. El pasadizo era amplio y alto, lo suficiente para andar con comodidad.
Llegué a la casa polvienta y abandonada. El viento seguía afuera y la madera crujía, no era un lugar precisamente bello, pero era suficiente para el encuentro. Recordé los grandes palacios de Asgard, con todos sus detalles y su belleza, me quedé en la ensoñación esperando a Jean. Distraídamente me quité la capa. Llevaba el atuendo que tenía cuando pisé el palacio por última vez, si veía a un súbdito, debía verme como una princesa.
El único árbol al que anhelaba llegar. Sabía que era peligroso. Sabía que no lo conocía y no tenía idea de por qué tenía tanta curiosidad por él. También estaba el hecho de que si me atrapaban, me expulsarían de la escuela y que todo el esfuerzo del mago que me había traido aquí fracasaría. LLevaba una daga apretada contra mi muslo derecho, nunca estaba de más, el muchacho no tenía oportunidad sobre mí, las mujeres de Asgard somos mucho más fuertes que los hombres, aún cuando son Asir.
Cuando llegué al sauce, con facilidad evité los golpes y apreté el nudo que lo inmovilizó por unos segundos. Entré al túnel y anduve por algunos minutos. El pasadizo era amplio y alto, lo suficiente para andar con comodidad.
Llegué a la casa polvienta y abandonada. El viento seguía afuera y la madera crujía, no era un lugar precisamente bello, pero era suficiente para el encuentro. Recordé los grandes palacios de Asgard, con todos sus detalles y su belleza, me quedé en la ensoñación esperando a Jean. Distraídamente me quité la capa. Llevaba el atuendo que tenía cuando pisé el palacio por última vez, si veía a un súbdito, debía verme como una princesa.
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