El tiempo se había pasado volando. La primera clase había mmsido ardua pero un éxito. Los alumnos habían enviado sus tareas a mi lechucería y había terminado de revisarlas apenas ayer por la noche. tenía las anotaciones de su calificación entre los pergaminos que cargaba ahora. El día había comenzado muy temprano, desayuné antes que todo el mundo en el Gran Comedor. Un vaso de jugo de calabaza, una tostada y un poco de frutas rojas habían sido suficientes para mí, claro, con mi respectivo café de la mañana. Aunque los ingleses preferíamos el té, yo amaba esa humeante bebida tan refrescante que ahora llevaba en las manos. Ese día llevaba un vestido rojo por debajo de mi túnica de docente, unos tacones adecuados y el cabello suelto sobre la espalda.
Saludé a algunos colegas de camino hacia las mazmorras. Abrí la puerta gruesa de roble con un movimiento de la mano utilizando mi magia sin la necesidad de la varita, hice lo mismo al encender los calderos. Las pociones empezaron a hervir lentamente y las sillas se movieron a un tiempo recorriendose a su lugar haciendo un ruido algo estrepitoso.
Dejé el café en el escritorio y esperé a que llegaran los alumnos. Suspiré.
-Bien, Bella, ¡tenemos una clase que dar!
Saludé a algunos colegas de camino hacia las mazmorras. Abrí la puerta gruesa de roble con un movimiento de la mano utilizando mi magia sin la necesidad de la varita, hice lo mismo al encender los calderos. Las pociones empezaron a hervir lentamente y las sillas se movieron a un tiempo recorriendose a su lugar haciendo un ruido algo estrepitoso.
Dejé el café en el escritorio y esperé a que llegaran los alumnos. Suspiré.
-Bien, Bella, ¡tenemos una clase que dar!