El rito no había funcionado había fracasado, todo por lo que había sido creado se desvanecía todo comenzaba a dejar de cobrar sentido, su padre había regresado, él podía ir si quería lo sabía, y sabía que sería aceptado por lo que era, pero no quería ir solo, ella tenía que ir con él y de una forma u otro la profecía se completaría, ellos acabarían juntos de por vida y tendrían hijos. Sentía que había fallado a su padre y a su especie y la rabia comenzaba a dominarle, dio una patada contra la pared de aquel viejo castillo, e hizo una mueca de dolor pero ningún sonido salió de su boca. Apretó su puño y golpeó con fuerza la pared repetidas veces hasta que el tejido de la piel se rompió y la sangre comenzó a brotar y manchar las paredes.
Se miró con asombro su propia sangre y apretó más aquel puño para luego extender los dedos. Lo que sentía no podía ser lo que sospechaba, él estaba más allá de eso su padre le había educado bien, y esos sentimientos no estaban en la lista. Tenía que ser un sentimiento de propio interés, de egoísmo puro y duro.
Su propia rabia y el odio que sentía resurgía de las profundas entrañas y todo lo que había estado conteniendo comenzó a desbordarse, por cada rincón de su cuerpo. Sus ojos se volvieron rojos y sus finos oídos logró captar dos voces. Se dirigió hacia allí sin cambiar nada de su rostro. Sus ojos vieron como dos alumnos de casas contrarías se despedían y que uno tiraba por otro camino, y tenía la clara intención de bajar a la segunda planta.
Sintiendo que estaba solo en el lugar se acerco decidido y extendió los brazos empujando al chico por las espaldas, no pudo mantener el equilibrio y comenzó a caer por las escaleras. Se mantuvo impasible mientras el compañero fue rodando y chillando. Una sonrisa afloro y la tensión mantenida fue soltándose, se mantuvo quieto hasta que el chico dejo de rodar y los chillidos se apagaron.
Sus ojos adquirieron el color azul común y su rostro volvió a parecer más humano, se giró al presentir nuevas presencias. De todos modos no es que temiera a lo que fuera venir, dentro de lo que cabe ya había fallado, no tenía nada más que perder.
-Al menos se valiente y da la cara-Dijo secamente.
Se miró con asombro su propia sangre y apretó más aquel puño para luego extender los dedos. Lo que sentía no podía ser lo que sospechaba, él estaba más allá de eso su padre le había educado bien, y esos sentimientos no estaban en la lista. Tenía que ser un sentimiento de propio interés, de egoísmo puro y duro.
Su propia rabia y el odio que sentía resurgía de las profundas entrañas y todo lo que había estado conteniendo comenzó a desbordarse, por cada rincón de su cuerpo. Sus ojos se volvieron rojos y sus finos oídos logró captar dos voces. Se dirigió hacia allí sin cambiar nada de su rostro. Sus ojos vieron como dos alumnos de casas contrarías se despedían y que uno tiraba por otro camino, y tenía la clara intención de bajar a la segunda planta.
Sintiendo que estaba solo en el lugar se acerco decidido y extendió los brazos empujando al chico por las espaldas, no pudo mantener el equilibrio y comenzó a caer por las escaleras. Se mantuvo impasible mientras el compañero fue rodando y chillando. Una sonrisa afloro y la tensión mantenida fue soltándose, se mantuvo quieto hasta que el chico dejo de rodar y los chillidos se apagaron.
Sus ojos adquirieron el color azul común y su rostro volvió a parecer más humano, se giró al presentir nuevas presencias. De todos modos no es que temiera a lo que fuera venir, dentro de lo que cabe ya había fallado, no tenía nada más que perder.
-Al menos se valiente y da la cara-Dijo secamente.